Mami, ¿por qué Dios es hombre?…

Muchas veces, el valor omite a una generación o más, así que está en nosotras como mujeres, devolvérselo a las generaciones anteriores y asegurarnos que no sea apagado en las que vienen.

Dedicado a su hija.

Por Afrodita

Hace un par de días Afrodita se encontraba con su pequeña hablando, de diferentes temas, de esos que de una u otra manera le causan curiosidad a los niños de su edad. Entre preguntas y respuestas hubo un par de estas, que por un segundo la dejaron sorprendida.

-Mami, ¿Por qué Dios es hombre? y ¿Por qué los ángeles son hombres? Debería haber una diosa y ángeles mujeres ¿no crees?-”

El hecho de que su pequeña con tan sólo cinco años le preguntara esto, la dejó perpleja. Enseguida a su cabeza vinieron un millón de ideas, del porqué se cuestionaba justamente eso. Una y otra vez, esas preguntas retumbaron en su cerebro, como cuando devuelves un “casette” tantas veces para poder entender esa canción que tanto te gusta. Así que, para discernir un poco más lo que ella quería saber, Afrodita le devolvió la pregunta.

“-Nena, ¿por qué me preguntas eso?-”

“-Mami, pues porque hay mujeres y hombres, niños y niñas, chicos y chicas. Entonces quiero saber, ¿por qué no hay una diosa y por qué todos los ángeles son hombres y no hay mujeres?

Ante lo que dijo la pequeña, la diosa quedó más confundida. Y es que, como carajos le argumentas a una niña de tan solo cinco años algo como esto, sin rayar entre el feminismo, machismo, y/o sexysmo?. Y que además todo tiene que ver con la concepción judeocristiana, que desde sus inicios le dió un papel secundario a la mujer. Una cuidadosa mirada a los relatos de la historia de la Creación revela las diferencias sustanciales entre hombre y mujer. En donde a esta última la muestran como, objeto del pecado, la encarnación de la tentación, es decir, la mala del cuento y por ende inferior…. en fin, eso ya lo sabemos.

Después de repensar, cuál debía ser la respuesta para cada una de las preguntas que su chiquita le había hecho, intentó argumentarle de la manera más coherente posible sin tener que adentrarse en temas que por ahora se que no entendería. Así que, sólo le contestó: “-Nenita, bueno, tanto Dios como los ángeles son seres de luz, y como seres de luz, son asexuados, es decir que, no tienen género. No se puede afirmar que sean hombres o mujeres”– y concluyó: “bueno por hora es un poco confuso para tí, sin embargo, poco a poco irás entendiendo más”.

Y así, una y otra pregunta venían en torno a su respuesta. Y creánme, para la pequeña no fue suficiente, ya que, le refutó varias veces, por el hecho de que en su colegio le dijeron que Dios era hombre. Con la gran inocencia que caracteriza a una niña de su edad, defendía una y otra vez su género frente a sus amiguitos y les decía, “-hay un Dios y una diosa-”. Y como era obvio, hasta la profesora concluyó: “-Dios es hombre, porque así lo dice la bíblia.” Ahhh!!!!! que tal esta respuesta de la profesora. Y claro, después de que la maestra de su hija dijo esto, era lógico que llegara a preguntarle acerca del tema y más aún cuando le pidió que le leyera una parte de la creación del mundo de la cual habían hablado en días anteriores en clase…

En otro escenario…(anterior)

Afrodita de pronto recrea en su mente un poco de la vida de su madre, quien es la cuarta hija de 13 hermanos (11 mujeres y 2 hombres), recuerda que ella fue criada muy de la mano con la religión. Su etapa escolar durante la primaria y secundaria, las cursó en varios colegios de monjas porque así lo dispusieron sus padres; y como en todas las familias grandes de la época, habían hermanas, amantes totales de ir a misa a diario, otras que lo hacían para no entrar en discusión y quedar bien con sus padres y maestros y un par, como la madre de Afrodita, que intentaban revelarse ante ésta imposición que les parecía un tanto ortodoxa. A la abuela de Afrodita, la llamaban a darle quejas de su mamá, porque según las monjas: “esa muchachita, tenía el diablo metido”. Detestaba que la obligaran a asistir a misa todos los días incluso dos veces por día. Pero claro en esa época los padres sabían cómo dominar a sus hijos. A punta de lo que llamaban: REJO.

De esta forma, la madre de Afrodita -a sus escasos 12 años- tuvo que verse en varias ocasiones en la penosa situación de asistir al colegio con sus piernas marcadas por los azotes que le daban sus padres, al intentar revelarse a no ir un domingo a la iglesia.

Según lo que la madre de la diosa le contaba a ésta, no le resultaba cómodo que le impusieran cosas y menos que la obligaran a rezar taaaanto, sobretodo cuando en algunas ocasiones, fue testigo de eventos protagonizados por las mismas monjas del colegio. Uno de aquellos fue, cuando la madre superiora en alguna ocasión hizo llamar a su despacho a una de las estudiantes preferidas, ya que para la gran mayoría de religiosas, por no decir que todas, era la típica niña, que llevaba una vida ejemplar, de recato y prudencia. En otras palabras, una estudiante de admirar. Según la propia monja, debía darle alguna recomendación acerca de un evento próximo en la institución. Pero para gran sorpresa de algunas estudiantes, la escena que descubrieron no era nada más que un momento en donde monja y alumna juntaron su cuerpos para dejarse llevar por el deseo y la lujuria que les invadía. Jaaa!, a menos que aquellas recomendaciones, se trataran de cómo gemir en un momento de pasión desenfrenada. Y como éste, hubo otros episodios, protagonizados por las nunca bien ponderadas religiosas de postura parca, casta y hasta célibe. Aquellas religiosas, eran las mismas que juzgaban a la madre de Afrodita y le repetían una y otra vez, e incluso en público, que tenía el diablo en su interior.  

Siempre en su juventud intentó salirse de una u otra manera de ese estereotipo convencional de la sociedad de comienzos de los años setenta, y más aún, en su época de estudiante universitaria cuando justamente se estaba gestando la corriente del hippismo. Sin embargo, el momento tal vez no era el mejor para una mujer que no estaba de acuerdo con imposiciones de una sociedad machista. Así que, decidió guardar a la chica valiente que por varios años intentó liberarse, y decidió, seguir los patrones sociales impuestos por esta sociedad opresora, dejando atrás la mujer que en algún momento deseó ser.

Cuando llegaron a este mundo, Afrodita y sus dos hermanos, dispuso que lo mejor para sus hijas (en contravía a lo exigido al único varón), era seguir las reglas y comportarse con recato y prudencia. De esa manera, según ella, sus hijas no tendrían problemas de aceptación social. Pero como bien lo contó Afrodita en su primer post (ver los inicios del viaje de Afrodita), por más que intentó, su  verdadero YO, explotó en algún momento.

La evolución libre de la feminidad

Ahora bien, con el episodio de lo ocurrido con su hija, Afrodita se detuvo a pensar que ella  jamás y menos a esa edad pensó o imaginó algo similar. Cuando era chica, sabía por la biblia, la religión, lo profesores y demás, que Dios era hombre y punto, nunca lo discutió, ni preguntó nada. Así que esto definitivamente reafirma la idea que en varias ocasiones han hablado con Venus: Como mujeres empoderadas tienen un camino que las lleva de alguna manera a generar un cambio escalonado en el pensamiento femenino, generación tras generación, son la evolución de sus madres!.

Es indiscutible pensar que esta transgresión generacional, se encuentra en cada mujer y cada generación llega hasta un límite o inclusive alcanza a sus ancestras. Afrodita es la evolución mejorada de su madre, mucho más libre claro está y con más elementos de juicio; por otra parte su hija, será una versión más desarrollada de su abuela y por supuesto de la propia Afrodita.

Es por eso, que la invaden un millón de sensaciones cuando piensa en ello. El creer que su hija será la evolución de la mujer que habita en la diosa, de aquella que se encuentra en la cabeza, el alma y el corazón de la misma que esta escribiendo frente a un teclado, entregándoles en cada letra y en cada palabra sus pensamientos más profundos y más íntimos y  entonces se pregunta: ¿Quién será su hija más adelante?, ¿Cuál será su proceder, su posición? La responsabilidad en parte la tiene ella (Afrodita). Hacerle saber, que no hay diferencia de derechos entre hombres y mujeres, que se sienta libre responsablemente, no la va hacer menos que nadie. Que un hombre no está con una mujer porque ella lo necesite, que tampoco necesita a un macho para crecer intelectualmente o a nivel profesional. Que cuando decida casarse o tener un compañero es para crecer juntos, para construir una vida en pareja pero en igualdad de condiciones. Donde ambos tengan los mismos derechos sin importar su condición y sobretodo que su exploración sexual sea libre, equilibrada y responsable. Que sea ella misma, por encima de todo lo que la gente pueda pensar, y que por supuesto, su amor propio, es lo que le dará la fuerza y el empoderamiento que necesita para construir sus alas y sentirse segura. Que pueda decir “NO” cuantas veces sea necesario. y que al contrario, pueda decir SI, cuantas veces también lo desee.

Afrodita sabe que con todas las preguntas que de una u otra manera se hace la pequeña, se esta cultivando una diosa en ella. Sabe por experiencia propia lo que ha pasado por su cabeza a lo largo de su vida, desde que era tan solo una niña. Cuando comenzó a sentir y empezaron a despertar cosas sin comprender, porque no hubo quien la guiará en su caminar por su sexualidad. Seguramente ocurrirá lo mismo con su pequeña, o quizas no, Sin embargo, no teme a ello, porque sabe perfectamente que estará allí, como madre, como amiga, como diosa.

De alguna manera Afrodita sabe gracias a su experiencia durante todos estos años, esas verdades esenciales sobre la sexualidad femenina, y todo lo que le costó algún tiempo entenderlas. Como lo expreso en su post (ver Lo que nos diferencia (a Las mujeres) de ellos.) El porqué de esa carga tan erótica que poseemos las mujeres y su dominio particular de la propia sexualidad femenina cuando puede ser expresada de manera abierta y franca… Aún cuando muchos desean o han intentado ahogar los gritos de libertad femenina en medio de ese bosque árido que compone esta sociedad desde tiempo atrás.

Por su puesto no quiere adentrarse en un campo que aún desconoce, sólo vislumbra en su hija a una diosa en potencia. Pero prefiere dejarle al destino y a su intuición todo,  sin apresurarse a hechos que aún no existen.  Sabe y es consciente que estará allí para cuando su pequeña lo necesite y se permita cuestionar en algún momento, la manera en la que se enfrentará al mundo erótico, sexual y afectivo. Donde ella y su hija se permitan construir un lazo de confianza donde pueda acompañarla y guiarla hasta el momento en que sea necesario y nunca limitar su expresión como mujer…

Porque al igual que la misma Afrodita, quizá también entenderá, que es de diosas proponer. Y que ese estereotipo del placer perseguido en la manzana prohibida del paraíso, al contrario de hacer un mal, le brindó a la mujer oportunidad de escoger y decidir a la medida de cada uno y de nuestros sueños.

Con amor,

Afrodita.

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